La Odisea[1] y
la Eneida, si bien corresponden al mismo género literario (la épica) pertenecen
a épocas y culturas diferentes, la Grecia del siglo VIII aC i la Roma del siglo
I aC, respectivamente. Por lo tanto, a pesar de las similitudes temáticas y
formales de ambas obras, se observarán diferencias importantes, especialmente
en cuanto a la intencionalidad.
La Odisea es una obra que proviene de la tradición oral,
por lo que, al ser una obra flexible y no recitarse siempre los mismos versos,
se repite información en algunos de ellos. Muchas de las características
formales del texto presentan reminiscencias de su pasado preliterario, como el
uso de lenguaje formular, frases hechas y epítetos[2], –empleados por los aedas para
recordar los largos textos– y la imitación de la lengua hablada[3]. La obra de Virgilio, aunque carezca de este
pasado oral, también tiene estas características[4],
ya que el lenguaje “homérico” tuvo una gran influencia en la literatura
clásica.
El funcionamiento de los dos fragmentos también es muy
similar: una diosa interpela al dios supremo en favor de un personaje heroico,
preocupada por su penosa situación. En la Odisea se trata de un diálogo entre
Atenea y Zeus, que hablan de Ulises, en cambio en la Eneida son Venus y Júpiter
y el héroe, Eneas–. El diálogo es muy poco fluido, ya que los parlamentos se
extienden hasta convertirse prácticamente en monólogos, con digresiones y
cambios en el tiempo ya que tanto Zeus como Júpiter, para tranquilizar a las
diosas, rompen el hilo temporal: el
primero explica la razón de la situación del héroe y la intervención de
Poseidón, así como el futuro que le espera a Odiseo; el segundo hace un salto
al futuro para explicar la gloria del pueblo que nacerá del héroe troyano. Todo
ello, narrado en estilo directo por un narrador omnisciente.
Si bien las similitudes anteriores surgen de la
pretensión de Virgilio de imitar y superar las obras canónicas griegas, ahora
el estilo de la Eneida se pone al servicio de la función de ésta. El narrador
omnisciente permite al autor dar información que de otra forma no podría. El
diálogo entre los dioses legitima la grandeza de Roma y “demuestra” que les son
favorables; el largo parlamento de Júpiter –a imitación de los que aparecen en
la Odisea– le permite los saltos en el tiempo que utiliza para ensalzar a Roma
y la figura de Octavio, emparentando al hijo de Eneas, Iulo, con la familia de
su tío Julio Cesar[5].
También le permite contribuir a la “regeneración moral” que lleva a cabo
Augusto ensalzando el patriotismo, la heroicidad del protagonista y su conducta,
moralmente intachable (según Júpiter), gracias a la cual los romanos se ganarán
el favor de las deidades: “no pongo a éstos ni meta ni límite de tiempo: les he
confiado un imperio sin fin. Y hasta la áspera Juno(...) cambiará su opinión
para mejor, y velará conmigo por los romanos, por los dueños del mundo y el
pueblo togado. Así lo quiero.”[6]
Como esta obra pretende disuadir a los lectores, utiliza
rasgos de la retórica como por ejemplo el uso de preguntas retóricas, que
permiten al lector llegar a la conclusión por sí mismo, ciertas características
de la captatio benevolentiae en la
intervención de Venus[7],
que se dirige a su interlocutor con respeto y humildad.
En conclusión, ambos fragmentos utilizan los mismos
recursos –lenguaje formular, digresiones y monólogos– y la misma temática –el
diálogo entre dos deidades–, si bien la intención es muy distinta: en la Odisea
son rasgos asociados al pasado preliterario de la obra mientras que en la
Eneida se utilizan de forma intencionada para producir ciertos efectos, como
aleccionar y ensalzar la figura de Augusto; también utiliza recursos de la retórica.
Por todo ello, es una obra formalmente más compleja y perfecta que su
antecesora –en la que, en gran medida, se basa–, ya que todos los elementos
mencionados se encuentran perfectamente justificados y responden al fin de
difundir un ideal.
[1] Odisea, I. 44-79 y Eneida I. 227-296
(disponibles en el “Aula Global” de la asignatura).
[2] Algunas de
estas fórmulas son “la diosa nacida de Atlante” o las fórmulas para introducir
diálogos, como “Repúsole entonces (…). Contestando a su vez dijo Zeus” o
epítetos como “Zeus, que agrupa las nubes”.
[3] “Atenea, la
diosa ojizarca, repúsole entonces: ‹‹Padre nuestro Cronión, soberano entre
todos los reyes, bien de cierto que él yace abatido por justa ruina››”
Homero, Odisea, I 44-46
O como “ y a él (…) se dirige Venus (…). El sembrador
de dioses y de hombres (…) le dice”
Virgilio, Eneida, I 227-256
También hay
un interés por imitar la lengua oral en los diálogos: “Y luego dice: deja ese
miedo Citerea, que intacto permanece para ti el sino de los tuyos”. Virgilio, Eneida, I 256-258
[5] “Nacerá
troyano César, de limpio origen, que el imperio ha de llevar hasta el océano y
su fama a los astros, Julio, con nombre que le viene del gran Julo”. Virgilio,
Eneida, I 286-288
[6] Virgilio, Eneida, I 278-283
[7] “Oh, tú que gobiernas con poder
eterno las cosas humanas y divinas y
aterrorizas con el rayo.”
Virgilio, Eneida, I 229-230
al comienzo pusiste i en ves de y.
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